Como padre, puede ser difícil distinguir los "dolores de crecimiento" en su hijo de los problemas más graves que requieren ayuda profesional. Claro, la mayoría de los niños tienen problemas en algunas áreas de la vida de las que eventualmente crecen. Sin embargo, si su hijo está lidiando persistentemente con problemas en su funcionamiento conductual, emocional y social, tal vez sea hora de ver a un terapeuta. Puede ser reacio a involucrar a alguien fuera de la familia, pero la terapia puede ayudar. Si ve estos signos comunes, sepa cómo obtener la asistencia profesional que necesita de su hijo.

Método uno de tres:
En busca de señales de comportamiento

  1. 1 Busque señales o amenazas de autolesionarse. Cortarse u otros actos de autolesión (es decir, quemarse, arañarse, pellizcarse la piel, etc.) son señales de alerta de que su hijo necesita ayuda profesional. Sin embargo, incluso si su hijo no se lastimó a sí mismo, manténgase alerta ante las amenazas de que se dañen a sí mismos. Esto puede estar claramente explicado, como "Quiero morir" o más sutil, como "Necesito castigarme a mí mismo".[1]
  2. 2 Escuche sus comentarios verbales. Las declaraciones que hace su hijo pueden ayudarlo a descubrir que algo no va bien en su mundo interior. Los niños no pueden expresar sus pensamientos y sentimientos de la misma manera que los adultos. Pero, pueden ofrecer pistas de que están teniendo problemas.[2]
    • Escuche los comentarios que insinúen ansiedad u otros problemas, como "Tengo miedo de ir a dormir por la noche porque las imágenes del accidente vienen a mi cabeza". O afirmaciones persistentes como "No quiero ir a la escuela porque a los otros niños no les gusto".
  3. 3 Verifica comportamientos de actuación. Las señales comunes de comportamiento de que su hijo se puede beneficiar de la terapia incluyen comportamientos de acting-out, tales como arrebatos de ira, pataletas incontrolables, conductas agresivas o episodios de llanto extremo. Su hijo también puede exhibir comportamientos de golpear, morder o patear hacia usted o hacia otros.[3]
  4. 4 Observe un cambio marcado en su funcionamiento. Debe tenerse en cuenta cualquier cambio importante, aunque inexplicable, en el comportamiento o el funcionamiento de su hijo al tomar su decisión. Hay varias formas en que los problemas subyacentes pueden manifestarse. La enuresis, los problemas para dormir, la adherencia repentina, los cambios en la alimentación, el aislamiento y los incidentes de intimidación pueden indicar un problema mayor.[4]
  5. 5 Pregunta a otros adultos por su opinión. Antes de decidirse a ir a la terapia, puede determinar el alcance del problema al contactar a otros. A menudo, los comportamientos problemáticos no son exclusivos del hogar. Su hijo también puede tener un desempeño académico o atlético en declive. Otros también pueden notar cambios en su actitud o autoestima.[5]
    • Puede hablar con su compañero o compañero para ver si han detectado comportamientos alarmantes. También puede pedirles a los maestros, entrenadores, consejeros escolares o profesionales de cuidado infantil de su hijo que hagan una evaluación honesta.
  6. 6 Conéctese con su hijo y hable con él. Abordar sus preocupaciones sobre la salud conductual y emocional de su hijo no siempre es fácil. Es importante abordar estas inquietudes de una manera que su hijo comprenda o de una manera que le permita ayudar a su hijo. Para comprender mejor lo que está sucediendo en el mundo de su hijo, tome medidas para abrir las líneas de comunicación. Puedes hacer esto por:[6]
    • Conectarse con su hijo antes de dirigirlo a hacer cosas y hacer las solicitudes de ellos.
    • Mantenga su lenguaje simple y en un nivel que su hijo entienda en función de su nivel de desarrollo.
    • Manteniendo una actitud positiva.
    • Mostrar preocupación por su hijo en lugar de desilusión, enojo o frustración.
    • Evitando amenazas o juicios.
    • Dándole a su hijo tiempo para terminar sus pensamientos y oraciones antes de hablar.
    • Hacer preguntas abiertas para que su hijo hable más.

Método dos de tres:
Investigando problemas sociales y emocionales

  1. 1 Decida si su hijo no se está enfrentando después de un gran cambio o pérdida de la vida. Los cambios repentinos en la vida pueden alterar la salud mental o emocional de su hijo. La pérdida de un ser querido, un movimiento reciente, episodios de acoso escolar o el divorcio de uno de los padres pueden afectar negativamente el funcionamiento del niño. Piense de nuevo para determinar si algún cambio en la vida reciente los está afectando.[7]
    • Cualquiera de estas experiencias requiere algún ajuste, pero si parece que su hijo no está comiendo, durmiendo o funcionando normalmente después de varias semanas, es posible que no lo esté haciendo bien.
  2. 2 Observe la tristeza inusual, la fatiga o el llanto. Si su hijo generalmente está contento y enérgico y recientemente parece deprimido, demasiado cansado o azul, pueden beneficiarse de hablar con un terapeuta. Tome nota si un cambio en el estado de ánimo o la energía ocurre repentinamente o como resultado de ciertos estímulos. Monitorear de cerca estos cambios puede ayudar a un terapeuta a comprender mejor cómo ayudar a su hijo.[8]
  3. 3 Evalúa su vida social. Los niños que están luchando pueden alejarse de sus amigos y familiares. Si parece que su hijo ya no quiere jugar ni pasar el rato con amigos o hermanos, preste mucha atención. El aislamiento o la retirada social pueden señalar un problema subyacente.[9]
    • Puede preguntarle a su hijo sobre este cambio diciendo: "Cariño, noté que nunca más salías a jugar con tus amigos. ¿Quieres hablar de eso?
  4. 4 Tome nota de las quejas físicas inexplicables. Si su hijo generalmente sano se queja constantemente de dolores de estómago, dolores de cabeza u otros síntomas físicos, lleve un registro de sus quejas. A menos que tengan una afección médica no diagnosticada, estos problemas deben resolverse visitando al médico, tomando un descanso o tomando medicamentos de venta libre. Si nada parece aliviar estos problemas, la raíz de estas quejas físicas puede residir en el funcionamiento emocional de su hijo.[10]
  5. 5 Observe la tensión en su matrimonio o familia. Es posible que no desee admitirlo, pero el funcionamiento actual de su hijo puede estar afectando su hogar. Si usted y su cónyuge no están de acuerdo sobre cómo criar a sus hijos, o si los hermanos a menudo se quejan de que todo gira en torno a un niño, es posible que deba buscar ayuda profesional. Dejar que el problema no se solucione puede ocasionar daños irreparables en su hogar.[11]

Método tres de tres:
Ir a Terapia

  1. 1 Documenta tus preocupaciones. Puede informar mejor al médico y al terapeuta de su hijo al recopilar información. Incluso después de reservar la cita, siga supervisando a su hijo y documente sus hallazgos. Esta información puede ayudar a orientar a su equipo de atención médica en la dirección correcta.[12]
  2. 2 Tenga en cuenta que una afección médica subyacente puede causar síntomas. Además de problemas de comportamiento, sociales y emocionales, su hijo puede tener un problema médico subyacente que debe abordarse. La genética, los desequilibrios químicos y el daño al sistema nervioso central pueden ser parte del problema.[13] Incluso algo tan leve como el ronquido puede estar relacionado con problemas de conducta en los niños.[14]
  3. 3 Colabore con el pediatra de su hijo para obtener las opciones de tratamiento adecuadas. Para que su hijo obtenga la ayuda que necesita, primero tendrá que ser evaluado adecuadamente. Tendrá que desempeñar un papel activo en el proceso para garantizar que su hijo reciba un diagnóstico adecuado y recomendaciones de tratamiento efectivas. Puede ayudar a facilitar el proceso al proporcionarle a su médico información precisa y bien documentada. Esto ayudará a su médico a hacer el diagnóstico apropiado y las recomendaciones de tratamiento.
    • Asegúrese de hacer preguntas sobre la salud de su hijo y expresar sus preocupaciones cuando los tenga.[15]
    • Tenga en cuenta que hay una variedad de opciones de tratamiento disponibles para los niños con problemas de conducta, pero obtener el diagnóstico correcto es la clave para un tratamiento exitoso.
    • Es posible que necesite una referencia del pediatra de su hijo para ver a un especialista si se requiere tratamiento. La derivación puede ser a un psicoterapeuta, psiquiatra u otro profesional, según la evaluación inicial realizada por el pediatra de su hijo.
    • Tenga en cuenta que se pueden recomendar medicamentos como parte del tratamiento de su hijo.
  4. 4 Encuentre un terapeuta que se alinee con sus valores y necesidades. Incluso si lo conectan con un terapeuta a través de un referido, aún puede opinar sobre quién ve su hijo. Puede ayudar hacer una investigación superficial sobre los diferentes tipos de terapia y los tipos de terapeutas en su área.[16]
    • Busque un terapeuta que tenga una capacitación especial que trabaje con niños y adolescentes. Es posible que desee asegurarse de que su experiencia reconozca cualquier inquietud única con respecto a su hijo, como discapacidades, cultura, religión o barreras idiomáticas.
    • Tenga en cuenta que no todos los terapeutas se adaptarán a su hijo. Deles tiempo para que establezcan una buena relación, pero estén dispuestos a ver a otra persona si su hijo parece no conectarse con el nuevo terapeuta.
  5. 5 Explique la terapia a su hijo. Una vez que se ha determinado que su hijo va a ver a un terapeuta, tendrá que darles la noticia de una manera que ellos puedan entender. Es útil reconocer que ha notado que su hijo tiene problemas y hacerles saber que quiere ayudar. Luego, explique que un terapeuta puede ayudar a abordar sus necesidades.[17]
    • Podrías decir: "Tu padre y yo hemos notado que tus notas han bajado mucho. También te estás saltando la banda y no estás con tus amigos. Creemos que puede ser útil para usted ver a alguien que trabaja con niños que están luchando ".